Lava con cuidado el vestido de novia de una boda que nunca se celebró. Plancha escrupulosamente los pantalones de un marido con el que no se ha casado. Limpia el abrigo de un hijo que no tuvo. Prefiere clientes de edad avanzada, frágiles, más próximos a la muerte. Mantener la esperanza de que nadie venga a buscar sus prendas y apropiárselas. Doblarlas con esmero, ordenarlas en el armario. Prolongar de este modo, con mayor o menor fortuna, el engaño de su propia existencia.