Mundos paralelos, ruptura de expectativas, cambios de contexto, suspense, humor, terror…, todo cabe en un microrrelato si lo narras y lo estrujas bien.

Mes: noviembre 2018

Prisioneros

Hay escritores que trabajan sin tener la trama pensada de antemano. Dicen que a medida que escriben los personajes cobran vida propia y se hacen dueños de la historia. A él le ocurre exactamente lo contrario. Antes de comenzar a escribir determina con gran exactitud el destino de los que figuran en su obra sin que ellos le dicten nada. Tal vez esa falta de libertad sea la razón por la cual muchos se le acaban suicidando. No es de extrañar, con tanto relato repleto de suicidas, que no haya podido zafarse de la etiqueta de escritor de género negro.

 

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Auxilio

El médico sacude ligeramente a la mujer y al ver que no reacciona, acerca la mejilla a su nariz para comprobar la respiración. Ella sabe que no va a poder aguantarla mucho rato. Lo que sí va a hacer es cerrar los ojos con fuerza y no decir ni una palabra. Obligar a que analicen su sangre, a que le hagan resonancias, electrocardiogramas. Provocar discrepancias en sus diagnósticos, sumirlos en una perenne confusión. Cualquier cosa menos volver a casa.

 

Seleccionado para el libro recopilatorio “Más allá de un no. Microrrelatos y opiniones sobre violencia de género“.  Universidad Alberto Hurtado, Chile.

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Trampas literarias

«La joven se cubre el rostro mientras la peluquera rocía su cabello para fijar el peinado. No se atreve a abrir los ojos en el día de su boda». He escrito esta ficción nutrida de silencios de forma premeditada, con el propósito de que cada lector desarrolle su propia interpretación. O eso quiero pensar, aunque enseguida me pregunto si no será una coartada para disfrazar mi falta de talento. Interrumpo esta reflexión justo al entrar en la peluquería que me ha inspirado. No la reconozco. Es un espacio fragmentario, un sillón, las tijeras y medio espejo insinúan la naturaleza del lugar, pero a la vez aparece poblado de ausencias que lo hacen incompleto. De repente, como si el tiempo se hubiera condensado, descubro que el peluquero ya ha terminado. Dice que me tape los ojos antes de aplicar el fijador. Y así permanezco, sin apartar las manos de la cara, sin que ocurra nada más, atrapada en el final abierto con que mi autor ha cerrado la narración. No me atrevo a mirar. Me da miedo lo que pueda encontrar cuando descubra cómo ha llenado el lector las elipsis de este microrrelato que habito.

 

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Premio

El concurso está a punto de comenzar. Sentados frente al televisor, la mujer le recuerda a su hijo, como tantas otras veces, lo afortunado que es por tener un padre tan célebre. «Derrocha carisma y simpatía, algún día serás igual que él», le dice mientras contempla con agrado cómo el niño ha copiado aquel movimiento de cejas tan característico. Aunque intenta imitar sus andares, usar la misma entonación o repetir sus gestos, lo que realmente maravilla al muchacho es la sonrisa de su progenitor cuando desvela quién es el ganador. Todas las noches se acuesta pensando si al despertar tendrá por fin la recompensa de disfrutarla, con la inocencia de los que desconocen que ciertas preguntas solo fraguan desilusiones.

 

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Lenguaje corporal

 

Tras horas de espera logra captarlos cogidos de la mano. Aunque el otro día había sorprendido al actor besando en la mejilla a la modelo, este gesto es la prueba irrefutable de que han dado un paso más en su relación. Junto con el testimonio de un camarero a propósito de una velada posiblemente romántica, el fotógrafo dispone de material suficiente para venderlo a una revista. Ya en casa, descubre que ha olvidado por completo la comida de cumpleaños con su mujer y con bastante desgana reserva una cena a última hora. Al salir le da la mano para que esté contenta, pues no tiene ganas de discutir.

 

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