A esa mujer que a la vuelta de sus viajes cuando hace el equipaje nunca le cabe todo, le aterra la posibilidad de que haya podido dejarse algo tan importante, las discusiones siempre le hacen perder la cabeza. Sus manos navegan con impaciencia por todos los rincones de la maleta hasta vaciarla en un santiamén. Sobre la cama hay unos vestidos, un neceser, cinta americana y un pijama. Sobre la cómoda, una cuerda, ropa interior, somníferos y un frasco de colonia. Pero ese libro del que se ha enamorado no aparece por ninguna parte. Tampoco hay ni rastro de su marido.

 

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