Tardaría en encontrar la más adecuada, pero no pensaba desistir. Su padre era un mecánico extraordinario, no había nada que no pudiese arreglar cuando tenía una llave inglesa en la mano. A él, en cambio, incluso escoger una del juego de herramientas del maletero le parecía complicado. Tras unos minutos de intensa concentración, finalmente se decidió. Suspiró aliviado al comprobar que era del tamaño correcto, su víctima había dejado de respirar con el primer golpe. Fue más tarde cuando, al pasar junto a otro coche, reconoció al amante de su mujer. Se había equivocado de hombre. Como el día anterior.

 

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