En mi oficina hay muy buen ambiente, cada semana nos reunimos para tomar algo y aprovechamos para intentar resolver nuestras diferencias con el jefe. Ayer, por ejemplo, le echamos somníferos en la cerveza, lo esposamos y lo tiramos al mar. Todo estaba minuciosamente planeado, atándole el peso exacto para que se hundiera con rapidez, optimizando, como él repite a menudo. Y no es que no lo hiciéramos con cuidado el día anterior cuando le atropellamos pasándole más de una vez por encima con el coche, porque si algo tenemos en este equipo es que siempre perseguimos la excelencia. Hoy ha vuelto a llegar el primero, un buen profesional no se ausenta del trabajo si no es por fuerza mayor. Un día más acechando a sus subordinados a través del cristal, buscando nuevas formas de atosigar. Nosotros hacemos como que no nos damos cuenta y fingimos trabajar mientras buscamos en internet venenos que no dejen rastro.