Acabó de escuchar el mensaje grabado en el contestador. El tono de la voz era calmado, sin atisbo de hostilidad, como si una separación pudiera llevarse a cabo de forma civilizada, aunque a ella las palabras le sonaron despiadadas: Marina, pasaré a recoger la maleta mañana a las cinco, si no quieres verme déjasela al portero. Corrió al dormitorio a abrir el altillo donde guardaba las maletas, miró como quien busca alguna cosa pero no sabe qué y rompió a llorar. Ni se llamaba Marina ni nunca había tenido la maleta de nadie en casa.

Finalista en la convocatoria de mayo 2020 del concurso de la Microbiblioteca.