Mundos paralelos, ruptura de expectativas, cambios de contexto, suspense, humor, terror…, todo cabe en un microrrelato si lo narras y lo estrujas bien.

Categoría: Revistas literarias (Página 1 de 2)

Ley de correspondencia

El atleta va por delante de todos, su sueño ya no tiene más obstáculos a superar que las últimas vallas hasta la meta. Ignora que la concordancia universal teje una correspondencia entre la vida del ser humano y la de otras criaturas. Esa es la razón por la que ha tropezado al salir de la última curva. De ahí que observe desconcertado cómo primero los pies, y poco a poco el resto del cuerpo, se desvanecen como si fueran ecos de un espejismo. Todo ello sucede al mismo tiempo que una oveja cansada de contar entra en un sueño profundo.

Publicado en Cuentos para el andén, número 69.

 

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Narciso

Desde el día que murió todo fueron elogios a su belleza. Tanta era su soberbia que nunca congenió con sus iguales, de los que aborrecía los andares torpes y su aspecto repulsivo. Solo se aproximó a la verdad cuando dio con aquel estanque y el reflejo sobre aguas cristalinas le mostró un rostro putrefacto. A partir de aquel instante, experimentó tal desapego por la muerte, que día tras día su cuerpo fue recuperando vigor, hasta que llegó el momento en que tuvo que abandonar el cementerio para buscarse la vida. Es el más apuesto de la cola del comedor social.

 

Publicado en Cuentos para el andén, número 65.

 

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Espejismo

El hombre del pañuelo rojo camina desde hace días perdido entre las dunas. Extenuado, a punto de desvanecerse, le parece ver unas sombras a lo lejos que no alcanza a distinguir. Primero piensa que es fruto de su imaginación, pero inmediatamente estalla en sus oídos un estrépito de bombos y trompetas. La incredulidad le da fuerzas para levantarse y mirar. Abre el cortejo la banda de música interpretando un repertorio de las coplas más populares. Tras ellos, las charangas, con pocas personas pero disfraces muy vistosos. Cerrando la marcha, un niño portando una nevera con helados. El hombre disfruta del colorido del desfile, contagiado del ambiente que se respira. Anima con palmas mientras los fastuosos trajes de lentejuelas se mueven con gracia al ritmo de la percusión, deslumbrado y asombrado al mismo tiempo por el espectáculo que se desarrolla ante sus ojos. Un sorbete de limón le trae recuerdos de la infancia y parece saciar de golpe toda su sed. El día transcurre tan alegre y animado que se olvida completamente de que está perdido en el desierto. Al llegar la noche, todos comparten un campamento improvisado. Eso fue hace tres días. Desde entonces, el niño ha ido dejando por el camino los cadáveres de sus padres, sin bombos ni lentejuelas, soñando con un sorbete de limón imposible. Del hombre del pañuelo rojo, ni rastro.

 

Publicado en la revista Almiar

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Feroces

Desearía poder rezar, pero no sabe ninguna oración. Va herido y se ha refugiado en el lugar más recóndito de ese bosque que recorre a diario y conoce tan bien. Aunque puede olerles mejor y verles mejor, tal es su agonía que es incapaz de escapar cuando las bestias aparecen apuntando con sus armas. Medio ahogado por la sangre, el grito brota de aquella boca tan grande de lobo, con la esperanza de que la niña pueda oírle mejor antes de que lleguen a la casa.

 

Publicado en el número anual, Año I, de la revista «La sirena varada«.

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Profesionales

«Mis órdenes son deshacerme de ti, y debo hacerlo de forma lenta y dolorosa» —dice el sicario a la forense que había descubierto lo que no debía. La víctima inicia un diálogo buscando retardar la ejecución y, como quien acude a una sesión de terapia, el asesino detalla minuciosamente todos sus planes, explicando los motivos para actuar de la forma en que lo hace. Durante ese tiempo la mujer consigue liberarse y espera una oportunidad para escapar. Sin embargo, el relato se va haciendo más interesante a medida que avanza, a la vez que la personalidad del individuo resulta cada vez más cautivadora. El sentimiento es mutuo, por lo que el monólogo se transforma en una animada conversación. El hombre la invita a cenar, no pasa nada por retrasar un poco el encargo. «No creas que hago esto con cualquiera» —afirma ella mientras abre la puerta de casa. La boda no tarda en llegar, pero el trabajo del marido le obliga a pasar mucho tiempo fuera de casa y la falta de convivencia deja huella en la relación. El entusiasmo inicial mengua con el día a día y se convierte en desinterés. Esta noche durante la cena no tienen nada de qué hablar, sólo un escueto «¿me pasas el pan?» ha roto el incómodo silencio. Ninguno de los dos se atreve a decir que ya no ve sentido en la relación. De madrugada ambos sueñan con el otro y con asuntos laborales.

 

Publicado en la revista El callejón de las once esquinas, número 4.

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Bautismo de fuego

Aunque Leo es todavía un novato, no duda en presentarse voluntario para esta misión de paisano. Todo transcurre sin sobresaltos hasta que el operador de cámaras de vigilancia le avisa de que ha localizado al malhechor cerca de su posición. Se inicia una persecución que resulta ser frenética. Siguiendo las indicaciones de su compañero, a cada momento parece estar a punto de capturarlo, y sin embargo el individuo nunca aparece donde se supone que debería estar. Entonces oye unas risas a través del auricular. Han confundido al propio Leo con el supuesto criminal y se ha estado siguiendo a sí mismo. Más risas. Pero él es un profesional y no va a dejar escapar al objetivo ahora que lo ha localizado. Sin dejar de correr grita «¡Alto o disparo!». Fantasea con que ese día puede ser el principio de una carrera llena de éxitos, justo un momento antes de que la bala le atraviese la cabeza.

 

Publicado en la revista Solo Novela Negra.

 

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La vida del emprendedor

Se acercó a la oficina de patentes con aquel ventilador destartalado y cuando dijo que quería registrar un aparato para crear viento, los funcionarios lo inundaron de burocracia para quitárselo de encima. Entró en el banco a pedir un préstamo para desarrollar el artilugio y se lo denegaron sin ni siquiera estudiar su solvencia. Los locutores de la radio local a los que pidió que divulgaran su creación, le contestaron sarcásticamente que escribiera una novela fantástica. Acabó repartiendo octavillas por la ciudad con el anuncio de una modesta presentación pública del invento en la plaza del ayuntamiento. Hoy es el día y la plaza está desierta, desolada. Apaga el ventilador y marcha decepcionado de la vida del emprendedor mientras deja atrás un paisaje de muerte y destrucción.

 

Publicado en la revista literaria Monolito.

 

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Sexto sentido

Duda de su capacidad de resolver tan incierta situación hasta el punto de que la ha acabado aceptando como algo sin remedio. La coyuntura se repite tres o cuatro veces al día. Nota una especie de punzadas en la nuca que le recuerdan su presencia. Se dirige al sótano y entre súplicas, lamentos y frases confusas les deja algo de comida, pero sin quitarles los grilletes. Ellos creen que están vivos, le falta convicción para tratar de sacarles de su error. En ocasiones ve muertos. Y piden ayuda a gritos.

 

Publicado en el suplemento «Halloween de cuento» del número 21 de la revista «El Narratorio», noviembre 2017.

 

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Asesino metódico

Instalado en la habitación 303 del hotel Plaza, Bruno Occiso pregunta en recepción si hay algún mensaje a su nombre y le entregan una nota indicando que debe personarse en cierta dirección. El texto detalla asimismo lo que le puede ocurrir a personas allegadas si no obedece las instrucciones, por lo que Bruno se presenta en el domicilio especificado. Un individuo le invita a pasar y suena el eco de un disparo amortiguado por un silenciador, tras lo cual, el hombre que había abierto la puerta sale de la casa. Se dirige al hotel Plaza, donde ha reservado la habitación 303 a nombre de Bruno Occiso. Mientras deshace el equipaje, un empleado le entrega una nota. Si no acude al lugar establecido deberá atenerse a las consecuencias. Preparándose para una ejecución, Bruno Occiso acopla a su pistola un silenciador.

 

Publicado en la revista literaria Monolito.

 

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