Mundos paralelos, ruptura de expectativas, cambios de contexto, suspense, humor, terror…, todo cabe en un microrrelato si lo narras y lo estrujas bien.

Año: 2018 (Página 1 de 5)

Introspección

El mapa que cuelga de la pared muestra la ubicación de cada una de las muertes. Un círculo en rojo delimita la zona donde se conjeturó que actuaría el criminal y que ha permanecido bajo vigilancia, esperando sin éxito a que apareciera el descapotable verde turquesa al que subía a sus víctimas. El detective lo observa por un momento con gesto contrariado e inmediatamente vuelve a concentrar su atención en el perfil psicológico. Presenta baja tolerancia a la frustración, mata con el fin de alimentar su ego y da una imagen de normalidad. Las circunstancias recomiendan cerrar la investigación mientras no aparezcan más cadáveres. Su investigación. No va a permitirlo. Clava una chincheta en el mapa dentro del círculo rojo, se dirige al aparcamiento y con la capota del coche azul bajada conduce hasta el lugar que ha señalado. Algunas semanas después, un detective distinto pone otra marca en un plano. Ha confirmado el patrón, solo queda vigilar el área donde supone que el homicida actuará de nuevo y esperar a que aparezca el descapotable de color azul.

 

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Adaptación

Todo comenzó con unos misteriosos puntos oscuros que aparecían y desaparecían sin razón aparente al observar la estrella. Al principio, el astrónomo pensó que se debían al paso de planetas en órbita, aunque no tardó en rechazar esta posibilidad. También consideró la hipótesis de que fuera un enjambre de cometas, pero se necesitaban demasiados para lograr disminuir la luz de aquella manera. A pesar de las dificultades para comprender el fenómeno, no se dio por vencido y continuó buscando una explicación. Los puntos oscuros se fueron transformando en sombras con tanta rapidez que el día en que por fin desentrañó el misterio, ya convivía con la certeza de que en algún momento dejaría de ver la estrella para siempre.

Cuando el brillo se extinguió por completo, todavía se preguntaba si estaba realmente preparado para aquel instante. Tomó sus últimas notas en el ordenador con un teclado que se conocía de memoria y suspiró con la incertidumbre de quien se adentra en lo inexplorado, esperando a que el rostro envuelto en manchas que se acercaba dijera algo para estar seguro de que era el de su mujer.

 

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Prisioneros

Hay escritores que trabajan sin tener la trama pensada de antemano. Dicen que a medida que escriben los personajes cobran vida propia y se hacen dueños de la historia. A él le ocurre exactamente lo contrario. Antes de comenzar a escribir determina con gran exactitud el destino de los que figuran en su obra sin que ellos le dicten nada. Tal vez esa falta de libertad sea la razón por la cual muchos se le acaban suicidando. No es de extrañar, con tanto relato repleto de suicidas, que no haya podido zafarse de la etiqueta de escritor de género negro.

 

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Auxilio

El médico sacude ligeramente a la mujer y al ver que no reacciona, acerca la mejilla a su nariz para comprobar la respiración. Ella sabe que no va a poder aguantarla mucho rato. Lo que sí va a hacer es cerrar los ojos con fuerza y no decir ni una palabra. Obligar a que analicen su sangre, a que le hagan resonancias, electrocardiogramas. Provocar discrepancias en sus diagnósticos, sumirlos en una perenne confusión. Cualquier cosa menos volver a casa.

 

Seleccionado para el libro recopilatorio “Más allá de un no. Microrrelatos y opiniones sobre violencia de género“.  Universidad Alberto Hurtado, Chile.

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Trampas literarias

«La joven se cubre el rostro mientras la peluquera rocía su cabello para fijar el peinado. No se atreve a abrir los ojos en el día de su boda». He escrito esta ficción nutrida de silencios de forma premeditada, con el propósito de que cada lector desarrolle su propia interpretación. O eso quiero pensar, aunque enseguida me pregunto si no será una coartada para disfrazar mi falta de talento. Interrumpo esta reflexión justo al entrar en la peluquería que me ha inspirado. No la reconozco. Es un espacio fragmentario, un sillón, las tijeras y medio espejo insinúan la naturaleza del lugar, pero a la vez aparece poblado de ausencias que lo hacen incompleto. De repente, como si el tiempo se hubiera condensado, descubro que el peluquero ya ha terminado. Dice que me tape los ojos antes de aplicar el fijador. Y así permanezco, sin apartar las manos de la cara, sin que ocurra nada más, atrapada en el final abierto con que mi autor ha cerrado la narración. No me atrevo a mirar. Me da miedo lo que pueda encontrar cuando descubra cómo ha llenado el lector las elipsis de este microrrelato que habito.

 

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Premio

El concurso está a punto de comenzar. Sentados frente al televisor, la mujer le recuerda a su hijo, como tantas otras veces, lo afortunado que es por tener un padre tan célebre. «Derrocha carisma y simpatía, algún día serás igual que él», le dice mientras contempla con agrado cómo el niño ha copiado aquel movimiento de cejas tan característico. Aunque intenta imitar sus andares, usar la misma entonación o repetir sus gestos, lo que realmente maravilla al muchacho es la sonrisa de su progenitor cuando desvela quién es el ganador. Todas las noches se acuesta pensando si al despertar tendrá por fin la recompensa de disfrutarla, con la inocencia de los que desconocen que ciertas preguntas solo fraguan desilusiones.

 

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Lenguaje corporal

 

Tras horas de espera logra captarlos cogidos de la mano. Aunque el otro día había sorprendido al actor besando en la mejilla a la modelo, este gesto es la prueba irrefutable de que han dado un paso más en su relación. Junto con el testimonio de un camarero a propósito de una velada posiblemente romántica, el fotógrafo dispone de material suficiente para venderlo a una revista. Ya en casa, descubre que ha olvidado por completo la comida de cumpleaños con su mujer y con bastante desgana reserva una cena a última hora. Al salir le da la mano para que esté contenta, pues no tiene ganas de discutir.

 

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Contingencia

Aquella tarde en que salió del parque del Retiro por la puerta de Madrid en lugar de la de Hernani, que era la habitual, ocurrió algo extraño. En casa, le recibieron una mujer y unos hijos que no eran los suyos y aun así parecían reconocerle. Llevado por la curiosidad, decidió pasar allí la noche. Por la mañana, volvió al parque, lo abandonó por la salida de siempre y se reencontró con su familia. La experiencia de una existencia dual le resultaba emocionante y durante un tiempo alternó ambas puertas, hasta que un día, volviendo de su segunda vivienda, encontró el parque cerrado. Temeroso de perder definitivamente su vida original, probó suerte saliendo de casa por la puerta de atrás, con la esperanza de retornar a su propia realidad. Todavía habita indeciso una nueva versión del parque en la que no hay puerta de Hernani ni de Madrid.

 

Finalista en el X Concurso de microrrelatos «De paseo por el Prado y el Buen Retiro» de la Red de Bibliotecas Públicas del Ayuntamiento de Madrid.

 

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Caso abierto

En el almacén de evidencias la manzana aguarda entera, sumida en la orfandad con la flecha agazapada junto a ella. El orificio en la cabeza del niño es un indicio, pero no la solución. Las respuestas se escapan al mismo tiempo que los pasos sin puntería de Guillermo se apagan en la noche.

 

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¿En qué puedo ayudarle?

Era raro el día en que no llamaba al número de atención al cliente. Se sentía cómodo con aquellas locuciones breves y libres de ambigüedad que podían contestarse con solo enviar un tono al apretar la tecla adecuada. Pulse uno para contratar un servicio, pulse dos para consultar sus facturas. Mensajes dirigidos que constituían un oasis en aquel desierto de vaguedades léxicas por el que transitan las relaciones humanas. Hoy, ante una interlocutora de carne y hueso se ve obligado a cortar la comunicación. Por más que desea decírselo, no halla manera de articular las palabras necesarias para contestar esa pregunta que flota en el aire.

 

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