Era raro el día en que no llamaba al número de atención al cliente. Se sentía cómodo con aquellas locuciones breves y libres de ambigüedad que podían contestarse con solo enviar un tono al apretar la tecla adecuada. Pulse uno para contratar un servicio, pulse dos para consultar sus facturas. Mensajes dirigidos que constituían un oasis en aquel desierto de vaguedades léxicas por el que transitan las relaciones humanas. Hoy, ante una interlocutora de carne y hueso se ve obligado a cortar la comunicación. Por más que desea decírselo, no halla manera de articular las palabras necesarias para contestar esa pregunta que flota en el aire.
Insólito y cómico que alguien se sienta cómodo ante esas locuciones telefónicas. Muy bien desarrollado. ¡Enhorabuena!
Gracias Rebeca!! Disculpa que no haya contestado antes, la verdad es que el blog me sirve como forma de «antologar» mis microrrelatos pero estos días la mayor parte de comentarios vienen por FB. Un abrazo!