Acabó de escuchar el mensaje grabado en el contestador. El tono de la voz era calmado, sin atisbo de hostilidad, como si una separación pudiera llevarse a cabo de forma civilizada, aunque a ella las palabras le sonaron despiadadas: Marina, pasaré a recoger la maleta mañana a las cinco, si no quieres verme déjasela al portero. Corrió al dormitorio a abrir el altillo donde guardaba las maletas, miró como quien busca alguna cosa pero no sabe qué y rompió a llorar. Ni se llamaba Marina ni nunca había tenido la maleta de nadie en casa.
Finalista en la convocatoria de mayo 2020 del concurso de la Microbiblioteca.

Hay llamadas providenciales, casas demasiado llenas de fantasmas y premios muy merecidos. Enhorabuena, Lluís
Gracias, Margarita. Y gracias por pasarte y hacerle caso a este blog que a veces yo mismo tengo un poco abandonado. Un abrazo.