Es una batalla campal. Una y otra vez mi cama desencaja sus mandíbulas intentando engullirme de un solo bocado, aunque siempre logro escabullirme. No pego ojo en toda la noche y llego tarde a la oficina. Mi jefe me clava una mirada de censura. Que pronto le bajarían los humos si tuviera conciencia de que un día su poltrona puede morderle, no sabe lo traicioneras que son.
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