Mundos paralelos, ruptura de expectativas, cambios de contexto, suspense, humor, terror…, todo cabe en un microrrelato si lo narras y lo estrujas bien.

Año: 2019 (Página 2 de 2)

Falsa disyuntiva

Por todas partes surgen figuras agónicas con paso torpe y mirada perdida. El niño está habituado a verlos sin que le sobresalte su aspecto, que en condiciones normales estremecería a cualquier adulto. Lo que le causa verdadera angustia es pensar que puede llegar a ser como ellos. Nada le produce más horror que la perspectiva de rendirse a los apetitos que les dominan, ese ansia por morder carne humana.
Permanece oculto con su familia en un sótano y mientras su padre sale a buscar desesperado una comida que nunca aparece, él descansa acurrucado entre las piernas de su madre. Ni se da cuenta de que les falta otro pedazo de muslo cuando una voz familiar le despierta diciendo que se acerque a cenar.

 

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Animales de granja

Aparta la vista del microscopio y se frota los ojos vencido por el cansancio. El número de bebés muertos alcanza cifras preocupantes y hace mucho que ha avisado de que esta epidemia podría suponer el fin de la especie humana. El gobierno, interesado en no alarmar a la sociedad, sostiene que si la civilización ha evolucionado hasta el punto de eliminar prácticamente todas las enfermedades, superar una más solo será cuestión de tiempo. Y sin embargo, los datos demuestran todo lo contrario, en pocas semanas los efectos van a resultar devastadores. Las glándulas humedecen la piel verde del científico, como las gotas de sudor que resbalan por la frente de los humanos cuando están nerviosos. Teme que el virus deje a sus descendientes sin alimentos.

 

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Extraños

Supongo que fueron los nervios del momento los que provocaron que tropezara en aquel escalón. Me acuerdo perfectamente de la cara de espanto de mi hermana cuando me vio tendida en el suelo, y de su alivio al comprobar que estaba ilesa. También soy capaz de reconstruir con bastante detalle el itinerario hasta la iglesia o las particularidades del coche alquilado para la ocasión. Lo que perdí en aquella caída fue todo recuerdo de la persona que iba a ser mi marido. Con la esperanza de que fuera un efecto pasajero, logré superar el día sin despertar sospechas para acabar poniendo el anillo a un desconocido, junto al que pasé una noche de bodas llena de excusas y sin poder conciliar el sueño ante la idea de que me tocara.
Todavía sigo sin acordarme de él. Más de una vez me ha acuciado la necesidad de desahogarme, pero a medida que pasaba el tiempo la historia sonaba cada vez más inverosímil, casi como una coartada. He encontrado una oportunidad en este grupo de mujeres que comparten problemas conyugales. Cuando me llega el turno explico toda mi historia, el tormento de vivir con alguien que resulta irreconocible, la angustiosa sensación de que tu pareja sea un completo extraño. Concluido mi testimonio me preparo resignada a escuchar murmullos de incredulidad, pero solo se respira silencio. Al levantar la cabeza encuentro unos rostros que me miran con esa especie de claridad con la que solo pueden mirarte quienes comprenden lo que dices por haberlo sentido en sus propias carnes.

 

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Rutina laboral

En mi oficina hay muy buen ambiente, cada semana nos reunimos para tomar algo y aprovechamos para intentar resolver nuestras diferencias con el jefe. Ayer, por ejemplo, le echamos somníferos en la cerveza, lo esposamos y lo tiramos al mar. Todo estaba minuciosamente planeado, atándole el peso exacto para que se hundiera con rapidez, optimizando, como él repite a menudo. Y no es que no lo hiciéramos con cuidado el día anterior cuando le atropellamos pasándole más de una vez por encima con el coche, porque si algo tenemos en este equipo es que siempre perseguimos la excelencia. Hoy ha vuelto a llegar el primero, un buen profesional no se ausenta del trabajo si no es por fuerza mayor. Un día más acechando a sus subordinados a través del cristal, buscando nuevas formas de atosigar. Nosotros hacemos como que no nos damos cuenta y fingimos trabajar mientras buscamos en internet venenos que no dejen rastro.

 

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Secretos

Tiene un aire misterioso que seduce al joven dependiente. Aparece cada semana y recorre el pasillo postergando cada paso, dedicando tiempo a todas las prendas, rozando cada tejido con la yema de los dedos. Aterciopeladas o rugosas, lisas o irregulares, no hay textura que no capte su atención, aunque nunca compra nada. A pesar de que el vendedor la observa hechizado, siempre reacciona a tiempo para preguntar si puede ayudarle, a lo que ella responde con una sonrisa y un sencillo «solo estoy mirando». Los encuentros han acabado por convertirse en rutina, una cita fugaz que solo ellos dos conocen. Una tarde, el muchacho se decide. Corre tras ella al verla salir de la tienda y le hace un gesto desde la entrada. La mujer aparta los ojos de él sin corresponder el saludo. Y entonces despliega el bastón.

 

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Ángulo de reflexión

Son gemelos que llevan años intentando parecerse. Por un capricho de la naturaleza, cada uno se ve en el otro como en un espejo. Si el primero tiene un lunar en el lado derecho de la cara, el segundo tiene el mismo lunar pero en el izquierdo. Uno es diestro y el otro zurdo. Nunca pudieron presentarse al examen del hermano ni intercambiar las novias para gastar una broma, todo el mundo aprendía pronto a reconocer algún gesto o rasgo físico para saber quién era el mellizo “derecho” y quién el “izquierdo”. Lo han intentado todo para acentuar sus semejanzas, cortes de pelo idénticos, vestir de forma similar o hablar con el mismo tono, y aún así siempre hay algo que permite adivinar sus identidades. Tras algún tiempo sin saber del otro, se han vuelto a encontrar para descubrir que han tenido la misma idea. El zurdo ha aprendido a manejar con soltura su mano derecha y el diestro la izquierda. Han eliminado sus lunares colocándose uno nuevo en el lado opuesto. Se miran en silencio, con un desconcierto que deviene en nostalgia, como si se vieran en una vieja fotografía sin reconocerse.

 

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Descalificado

Pese a cumplirse otra hora más, el debate en torno a quién padece la enfermedad más grave no desfallece. Cuando una cree llevar ventaja en la discusión con aquella insoportable jaqueca, el otro le da la réplica con un antiguo pinzamiento de un nervio que duele mucho más. No se atisba un ganador claro hasta que alguien saca a relucir una neumonía con la que supera por muy poco a un problema cardiovascular. Al salir, todos se santiguan junto al cadáver de Rufino, que ha fallecido súbitamente a causa de un trozo de chuleta atorado en las vías respiratorias y que a punto estuvo de resultar vencedor.

 

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