Mundos paralelos, ruptura de expectativas, cambios de contexto, suspense, humor, terror…, todo cabe en un microrrelato si lo narras y lo estrujas bien.

Autor: Lluís Talavera (Página 5 de 12)

Secretos

Tiene un aire misterioso que seduce al joven dependiente. Aparece cada semana y recorre el pasillo postergando cada paso, dedicando tiempo a todas las prendas, rozando cada tejido con la yema de los dedos. Aterciopeladas o rugosas, lisas o irregulares, no hay textura que no capte su atención, aunque nunca compra nada. A pesar de que el vendedor la observa hechizado, siempre reacciona a tiempo para preguntar si puede ayudarle, a lo que ella responde con una sonrisa y un sencillo «solo estoy mirando». Los encuentros han acabado por convertirse en rutina, una cita fugaz que solo ellos dos conocen. Una tarde, el muchacho se decide. Corre tras ella al verla salir de la tienda y le hace un gesto desde la entrada. La mujer aparta los ojos de él sin corresponder el saludo. Y entonces despliega el bastón.

 

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Ángulo de reflexión

Son gemelos que llevan años intentando parecerse. Por un capricho de la naturaleza, cada uno se ve en el otro como en un espejo. Si el primero tiene un lunar en el lado derecho de la cara, el segundo tiene el mismo lunar pero en el izquierdo. Uno es diestro y el otro zurdo. Nunca pudieron presentarse al examen del hermano ni intercambiar las novias para gastar una broma, todo el mundo aprendía pronto a reconocer algún gesto o rasgo físico para saber quién era el mellizo “derecho” y quién el “izquierdo”. Lo han intentado todo para acentuar sus semejanzas, cortes de pelo idénticos, vestir de forma similar o hablar con el mismo tono, y aún así siempre hay algo que permite adivinar sus identidades. Tras algún tiempo sin saber del otro, se han vuelto a encontrar para descubrir que han tenido la misma idea. El zurdo ha aprendido a manejar con soltura su mano derecha y el diestro la izquierda. Han eliminado sus lunares colocándose uno nuevo en el lado opuesto. Se miran en silencio, con un desconcierto que deviene en nostalgia, como si se vieran en una vieja fotografía sin reconocerse.

 

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Descalificado

Pese a cumplirse otra hora más, el debate en torno a quién padece la enfermedad más grave no desfallece. Cuando una cree llevar ventaja en la discusión con aquella insoportable jaqueca, el otro le da la réplica con un antiguo pinzamiento de un nervio que duele mucho más. No se atisba un ganador claro hasta que alguien saca a relucir una neumonía con la que supera por muy poco a un problema cardiovascular. Al salir, todos se santiguan junto al cadáver de Rufino, que ha fallecido súbitamente a causa de un trozo de chuleta atorado en las vías respiratorias y que a punto estuvo de resultar vencedor.

 

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Introspección

El mapa que cuelga de la pared muestra la ubicación de cada una de las muertes. Un círculo en rojo delimita la zona donde se conjeturó que actuaría el criminal y que ha permanecido bajo vigilancia, esperando sin éxito a que apareciera el descapotable verde turquesa al que subía a sus víctimas. El detective lo observa por un momento con gesto contrariado e inmediatamente vuelve a concentrar su atención en el perfil psicológico. Presenta baja tolerancia a la frustración, mata con el fin de alimentar su ego y da una imagen de normalidad. Las circunstancias recomiendan cerrar la investigación mientras no aparezcan más cadáveres. Su investigación. No va a permitirlo. Clava una chincheta en el mapa dentro del círculo rojo, se dirige al aparcamiento y con la capota del coche azul bajada conduce hasta el lugar que ha señalado. Algunas semanas después, un detective distinto pone otra marca en un plano. Ha confirmado el patrón, solo queda vigilar el área donde supone que el homicida actuará de nuevo y esperar a que aparezca el descapotable de color azul.

 

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Adaptación

Todo comenzó con unos misteriosos puntos oscuros que aparecían y desaparecían sin razón aparente al observar la estrella. Al principio, el astrónomo pensó que se debían al paso de planetas en órbita, aunque no tardó en rechazar esta posibilidad. También consideró la hipótesis de que fuera un enjambre de cometas, pero se necesitaban demasiados para lograr disminuir la luz de aquella manera. A pesar de las dificultades para comprender el fenómeno, no se dio por vencido y continuó buscando una explicación. Los puntos oscuros se fueron transformando en sombras con tanta rapidez que el día en que por fin desentrañó el misterio, ya convivía con la certeza de que en algún momento dejaría de ver la estrella para siempre.

Cuando el brillo se extinguió por completo, todavía se preguntaba si estaba realmente preparado para aquel instante. Tomó sus últimas notas en el ordenador con un teclado que se conocía de memoria y suspiró con la incertidumbre de quien se adentra en lo inexplorado, esperando a que el rostro envuelto en manchas que se acercaba dijera algo para estar seguro de que era el de su mujer.

 

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Prisioneros

Hay escritores que trabajan sin tener la trama pensada de antemano. Dicen que a medida que escriben los personajes cobran vida propia y se hacen dueños de la historia. A él le ocurre exactamente lo contrario. Antes de comenzar a escribir determina con gran exactitud el destino de los que figuran en su obra sin que ellos le dicten nada. Tal vez esa falta de libertad sea la razón por la cual muchos se le acaban suicidando. No es de extrañar, con tanto relato repleto de suicidas, que no haya podido zafarse de la etiqueta de escritor de género negro.

 

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Auxilio

El médico sacude ligeramente a la mujer y al ver que no reacciona, acerca la mejilla a su nariz para comprobar la respiración. Ella sabe que no va a poder aguantarla mucho rato. Lo que sí va a hacer es cerrar los ojos con fuerza y no decir ni una palabra. Obligar a que analicen su sangre, a que le hagan resonancias, electrocardiogramas. Provocar discrepancias en sus diagnósticos, sumirlos en una perenne confusión. Cualquier cosa menos volver a casa.

 

Seleccionado para el libro recopilatorio “Más allá de un no. Microrrelatos y opiniones sobre violencia de género“.  Universidad Alberto Hurtado, Chile.

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Trampas literarias

«La joven se cubre el rostro mientras la peluquera rocía su cabello para fijar el peinado. No se atreve a abrir los ojos en el día de su boda». He escrito esta ficción nutrida de silencios de forma premeditada, con el propósito de que cada lector desarrolle su propia interpretación. O eso quiero pensar, aunque enseguida me pregunto si no será una coartada para disfrazar mi falta de talento. Interrumpo esta reflexión justo al entrar en la peluquería que me ha inspirado. No la reconozco. Es un espacio fragmentario, un sillón, las tijeras y medio espejo insinúan la naturaleza del lugar, pero a la vez aparece poblado de ausencias que lo hacen incompleto. De repente, como si el tiempo se hubiera condensado, descubro que el peluquero ya ha terminado. Dice que me tape los ojos antes de aplicar el fijador. Y así permanezco, sin apartar las manos de la cara, sin que ocurra nada más, atrapada en el final abierto con que mi autor ha cerrado la narración. No me atrevo a mirar. Me da miedo lo que pueda encontrar cuando descubra cómo ha llenado el lector las elipsis de este microrrelato que habito.

 

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Premio

El concurso está a punto de comenzar. Sentados frente al televisor, la mujer le recuerda a su hijo, como tantas otras veces, lo afortunado que es por tener un padre tan célebre. «Derrocha carisma y simpatía, algún día serás igual que él», le dice mientras contempla con agrado cómo el niño ha copiado aquel movimiento de cejas tan característico. Aunque intenta imitar sus andares, usar la misma entonación o repetir sus gestos, lo que realmente maravilla al muchacho es la sonrisa de su progenitor cuando desvela quién es el ganador. Todas las noches se acuesta pensando si al despertar tendrá por fin la recompensa de disfrutarla, con la inocencia de los que desconocen que ciertas preguntas solo fraguan desilusiones.

 

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Lenguaje corporal

 

Tras horas de espera logra captarlos cogidos de la mano. Aunque el otro día había sorprendido al actor besando en la mejilla a la modelo, este gesto es la prueba irrefutable de que han dado un paso más en su relación. Junto con el testimonio de un camarero a propósito de una velada posiblemente romántica, el fotógrafo dispone de material suficiente para venderlo a una revista. Ya en casa, descubre que ha olvidado por completo la comida de cumpleaños con su mujer y con bastante desgana reserva una cena a última hora. Al salir le da la mano para que esté contenta, pues no tiene ganas de discutir.

 

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